MIEDO A ESCRIBIR
Extracto: De amor y de letras.
Autor: Iván Eduardo Lópezcampos
Valentina:
Tu lectura, la que escuché, ha sido un viaje a tu alma. Agradezco que la hayas abierto para mí, lo aprecio de sobremanera. No necesitas decirme que ésta, el alma, la tienes bajo llave, con triple candado y en una caja de zapatos. Sé que es de acceso restringido, casi imposible. Por ello tengo un doble agradecimiento a tu confianza.
Antes de poner negro sobre blanco, quiero decirte algo, más bien pedirte algo, no tengas miedo de mí, de que te juzgue, de que te critique. Por favor siéntete en la plena libertad de hablar de lo que sea, hazlo con la seguridad de que le hablas a un espejo, a tu confesionario. Somos socios de letras, pero, además, no hay mejor solidaridad que aquella que se encuentra en compañeros de desgracia, de hambre, de guerra, tú y yo somos, quizá, unos de alma expuesta, rasgada. Esos compañeros no se traicionan, se entienden y sabes, se ayudan. De mí y acerca de tus letras solamente escucharás comentarios positivos, tu trabajo los merece. Entonces, cuando quieras, cuando tengas la necesidad y decidas que yo soy la persona indicada, puedes abrir tu alma que yo te escucharé.
El escribir es como el competir, se debe de partir de la confianza. Un juego se puede perder cuando se piensa que se perderá o incluso cuando crees que lo ganarás, pero nunca se puede ganar si piensas de entrada que lo perderás, si es así, lo perderás. Con base a esa analogía, te recomiendo que no hables mal de tus textos, es como si entraras pensando en perder a un juego.
Tus textos son hermosos, son sinfonía ejecutada en perfección, no te lo digo por hacerte sentir bien, te lo digo porque así es. No soy persona que anda regalando halagos sin ser merecidos, eso sí, no critico si no es pedida mi opinión, pero cuando pienso que es un mal trabajo me la reservo, salvo que me sea solicitada y la persona sea de mi confianza para dársela.
No todas las historias que escribe uno son buenas, eso debes de tenerlo presente, pero siempre son historias, si no quieres equivocarte no escribas, pero eso sería igual que no amar para no sufrir al momento del adiós. Te ahorrarías el sufrimiento, pero también el placer que da el amar.
Escribir tiene una similitud con la vida, se aprende a prueba y error. Escribe y equivócate sin temor a hacerlo. Recuerda que cada vez que acabes un texto, estarás más cerca de tu gran obra. No olvides eso.
Dios, nos proveyó a cada uno con un don. Todos sin excepción somos muy buenos para algo, pero ese regalo es para usarse, no para guardarse. Imagina que al llegar al cielo la primera pregunta, en la puerta de acceso fuera: ¿usaste tu don? La negativa nos condenaría al infierno o mínimo al purgatorio. Para que son los dones sino para usarse. Uno de los tuyos y que no has aceptado aún, es la escritura.
Con el escribir puedes influir en positivo en los demás, puedes lograr pequeños cambios, puedes avanzar vidas, quizás ser la palabra de aliento necesaria para que una persona no tire de la cuerda que quitará su vida ese día, quizá alentarás a un desconocido a seguir adelante o a una niña ultrajada a hablar de su caso, para que así sane y para evitar que vuelva a suceder, para que se atrape al culpable.
El que escribe influye, tú lo haces, pero puedes hacerlo aún más, no te conformes con la mitad del todo. Usa tu don.
Para terminar la carta, te platico una anécdota de una amiga soprano, tiene fama mundial. En una gran ciudad de mi país se desarrolla un festival de ópera en la calle, se despliega en una zona pobre y peligrosa de la ciudad, convirtiéndose con ello, esos días, en la capital del belle canto. Es para los que viven en la zona marginada, pero esos días se atreven a ir los que nunca pisan la peligrosa zona, hay tregua y son recibidos con gusto.
Un día invitan a mi amiga a presentarse en el festival, sin pensarlo acepta y viaja a la peligrosa zona. La recibe un hombre, éste la trata, con mucha admiración. Es grande entre los grandes así que el trato no es nuevo para ella. Pero incluso así, veía algo diferente en su anfitrión quien era el director del festival.
Con un poco de nerviosismo le dice:
─ Maestra, ¿le puedo platicar el origen del festival?
─ Con gusto.
─ Había un hombre, que después de una serie de desgracias, fue perdiendo el sentido por vivir. Todo lo que le podía pasar le sucedió. Un día, cansado de tanto luchar, decide quitarse la vida. Fija una fecha para ello, va entregando en donación sus pocas pertenencias, arregla todos sus pendientes, no quiere que al morir siga siendo un peso para los demás. Era un enamorado de la música, era lo único que lo había mantenido en vida. Reservó sus últimos pesos para comprarse un CD y que éste fuera su compañía cuando se quitara la vida por la presión de la soga sobre su cuello…
─ Llegada la hora, coloca su grabadora, el CD comienza a reproducirse a todo volumen mientras acomoda la silla, hace el nudo a la soga, la cuelga y revisa su tensión. Sin temor sube a su último y destartalado pódium. Un rechinar le pone alerta, no permitiría por nada del mundo que algo se interpusiera entre él y su decisión. La serenidad lo acompaña, está triste, melancólico, pero en paz, está por terminar una vida sinsentido. Ve sus pies, ya está en calzones solamente. Su pantalón, camisa, calcetines y zapatos están ordenadas a un lado, no quiere que batalle la persona que lo encuentre. Encima de ellos está su nota de suicidio.
Siente la cuerda rasposa en su cuello, la aprieta, cierra los ojos, levanta su pierna izquierda, la hace para adelante para tomar impulso y golpear la silla para derribarla y entonces ya no dejar posibilidad a dar marcha atrás.
Un alto de la música llama su atención, posterga su suicidio por un par de minutos, la música le tiene embelesado. La siguiente canción es igual de bella, la canción y la interpretación, tanto así lo es que no puede contener las lágrimas. Está emocionado por lo que escucha. Deja que avancen las canciones, una era más perfecta que otra. Justo antes de golpear la silla, ha conocido la belleza.
Pensó entonces que no debía de morir, que la perfección existía, que si alguien podía cantar de esa manera no podía, no debía irse de este mundo, sería privarse de ello.
─ ¿Y? ─ preguntó mi amiga cantante ─ ¿se quitó la vida?
─ No, no maestra. ¿Sabe quién cantaba?
─ No ─ contestó intrigada. Quería saber quién era la responsable de ese milagro.
─ La cantante era usted maestra y quien iba a suicidarse era yo.
Las personas tenemos dones, debemos de usarlo. Ella salvó una vida y ha hecho cosas igual de fascinantes, un día te contaré una anécdota que tiene que ver con Hollywood.
Te platiqué esta historia para que veas la urgencia que tiene el mundo de que utilices tu don, si mi amiga hubiera dilatado en atreverse a usarlo, seguramente esa tarde el hombre se hubiera quitado la vida.
Toma tu tiempo, pero no tardes, tienes historias por contar, están en tus yemas, ten el miedo necesario, pero no te abraces a él, arrójate al vacío, hacerlo es una sensación esplendorosa, el sentir el impacto del viento en tu rostro te hará sentir viva. Yo estaré abajo esperándote, caerás en mis brazos, no tengas miedo, no más que el necesario.
Bruno Descartes
París. Francia