Carta 128 Olvidemos
Elijo la muerte fulminante que provoca la verdad sobre la agonizante que labra la mentira. Es por ello de que agradezco tus palabras y aunque todas tus líneas son convincentes, me centro en la única que no lo es: tu insistencia en la pérdida de nuestros recuerdos. No quiero tener diferencias contigo, no deseo sumar un problema más a mí ya de por sí caótica situación. Es por ello que propongo dejar de lado este punto a cambio de que no me vuelvas a decir que hay una historia detrás de nosotros, una que no recordamos, pero que el resto del mundo la afirma.
Con relación a la gala, asistiré, pero lo haré por agradecimiento, uno eterno que tengo con ustedes, mis amigos de Agua Viva, no por otro motivo más que ese. Mónica es una mujer espectacular, es una mezcla de Monumento y Huracán, pero no todas las mujeres bellas son para uno. No sé qué sucederá, la gente juega a adivinar el futuro, yo soy de los pocos que no. Intento influir en él, trabajar para que sea favorable, si en un momento mi corazón me lleva hacia Mónica, tenlo por seguro que haré hasta lo imposible por conquistarla, haré todo lo que me corresponda, pero aún así consciente de que el destino tiene la última palabra.
Si fuera cierta la historia que elucubran, te diría, en la rebuscada manera del escritor, que entonces estaría dando una gran prueba de amor por Mónica al haber entregado mis recuerdos, mi salud, al haber renunciado al amor, por amor. Te diría, conociéndome y no porque esté aceptando el extravío de mi memoria, que lo hice porque me dedicaré a partir de hoy a complacerla, a hacerla sentir el centro del universo, haré lo necesario para que se sienta como es, bella, hermosa, sensual, pero, sobre todo, segura. Haré que se sepa capaz de comerse el mundo de un mordisco y que yo estaré a su lado para caminar el trayecto, que estaré frente a ella para jalarla cuando pierda fuerza y estaré detrás para impulsarla. Estaré donde ella me necesite, lo haré porque eso es el amor, buscar lo mejor para la mujer amada y no para uno.
Hoy salí y me cruce en la calle con José Luis, estaba ensayando en la plaza, se sorprendió al verme. ¡Hubieras visto la cara! Se puso rojo y trató de evadirme, él quizá se podría ocultar, pero su torrente de voz nunca.
- ¡Hola, hermano! – saludó evitando que nuestras miradas se encontraran.
- ¡Musicalizas el pueblo! – dije burlándome – tú si que eres un buenazo, cantar por el placer de cantar en medio de la calle…
- Colega – dijo Julio con su voz pausada y ronca como oso, sin moverse de la sillita que había dispuesto para deleitarse con la voz de José Luis.
- Te hacía en Argentina…
- Estoy aquí para un…
- ¡GRANAAAAAAAAAAAAAAAAAAADAAAAA! – dejó en libertad su voz para evitar que Cortázar develara la sorpresa – ¡¿cómo se te hace?! – preguntó aún más nervioso, colocó su mano en mi hombro, me retiró del imprudente escritor.
- Muy bien. Siempre lo haces bien – caminamos unos pasos, reí por el interior, su intención de alejarme del indiscreto de Cortázar era más que evidente.
- Espérame… – se regresó a donde Julio, lo regañó, éste asintió, levantó las manos para pedir cuartel.
- ¡Mi querido, amigo! – la voz por detrás era la de Jerome – hoy todo mundo te busca.
- ¿Quién me busca?
- Es ahí – señaló al frente, estaba sentada una mujer, elegante, muy de pierna cruzada, sombrero enorme, lentes oscuros, ropa ancha. Se limitó a hacerme una inclinación con la cabeza, suficiente para saber que tenía que acercarme.
- Buenas tardes….
- Clarice, soy Clarice Lispector, supongo que sabe la razón de mi visita.
- ¡Hijuesu!, ¡Houston, tenemos problemas! – dijo Jerome en voz alta. El ambiente se tensó. Volteé a verlo con desprecio, su expresión en poco y nada me ayudaba.
- Mucho gusto maestra…
- ¿Sabe a lo que vengo?
- No estoy seguro, pero creo saberlo.
- Han estado usando usted y su amiga el nombre de Agua Viva…
- Efectivamente, lo hacemos porque es un nombre de libre uso. Es como citar París, Londres…
- A mí no me interesa París, a mí me interesa mi creación – dijo sin perder la calma, pero con dureza – es un abuso que usaran…
- Clarice, no creo que…
- ¡Cortázar!, por favor, mantente al margen… – la mujer sentenció.
- Maestro, permítame – intervino Jerome en su postura de juez, su voz se transformó, era sabia, pausada, igual a la de ella – no hay nada que prohíba usar el nombre de Agua Viva, es de dominio público.
- Pero no en doble coincidencia, la segunda es que mi novela hace referencia a una carta…
- Esta lo hace a decenas de cartas y nada que ver con la suya, por cierto – Jerome inclinó su cabeza y asintió como todo un conocedor – es una obra de arte excelsa.
- Gr… gracias – contestó sorprendida. El cartero aprovechó su desconcierto.
- Toda su obra lo es. Me fascinó el relato del domingo…
- ¿Domingo? – preguntó Cortázar – ¿salió el domingo?
- No – Jerome respondió en tono didáctico al escritor argentino – me refiero al cuento Mientras tanto, en él la maestra – la alude con una leve inclinación – describe en forma magistral la monotonía de los domingos, hay una línea en especial que no tiene desperdicio…
- ¿Cuál? – pregunté intrigado.
- Es la que dice: a veces no se tiene nada qué hacer, que se hace pipí. – Cortázar me volteó a ver, trabamos la mirada, era una frase simple que encerraba una gran verdad.
Clarice comenzó a hablar de su obra, invitada por el cartero, Cortázar y yo nos unimos al tiempo. Hay ocasiones que el no hablar de un tema, el dejarlo pasar, es la respuesta. Sobre todo, en las agresiones, cuando no hay eco a la ofensa quien la ha dirigido se olvida de su objetivo y lo deja de lado al tiempo, invirtiéndose en cosas más productivas, como fue en éste caso la obra de la maestra Lispector.
Debo de reconocer la habilidad de tu amigo el cartero, fascinó a la ucraniana y a nosotros también, dictó una cátedra de la razones por las que la literatura brasileña fue puesta de lado en el boom de los sesenta. Le discutió al propio Cortázar y casi le gana. Me fascinó como habló de Pedro Páramo, hizo un resumen detallado de la aventura de Juan Preciado llegando a Comala, pude sentir el aroma de la tierra seca pegándose a mis pulmones, la resequedad en los labios, la sensación de polvo en la lengua, la magia de los paisajes mexicanos, pude sentirme un… fantasma.
Te comento, para cerrar la misiva, que todo en sana paz con la brasileña. Ya no habló más del tema, incluso te podría decir que contamos ya con una nueva integrante de la pandilla de escritores y aunque es un poco diferente a los demás, seguramente por su origen ucraniano, es una gran persona.
Eduardo.