Carta 124 Huracán Bellucci.
Escritora:
Me queda claro que estás tomando partido, ignoraste de manera olímpica todos los eventos provocados por tu nueva amiga, que rebautizaré como Huracán Bellucci, ya no será más Monumento. Volteó el pueblo de cabeza, estuvo a punto de provocar varias muertes, incluida la mía y tú, ¡nada de nada!, solamente Ignoraste mi relatoría de los hechos. Debo, entonces, tomar tu no respuesta como: no te creo o como un no me interesa. Sea una u otra, me doy por enterado que esta lucha la libro solo.
En toda guerra, hay batallas que se pierden por obligación, que pueden y deben de ser sacrificadas para con ello alcanzar el objetivo supremo: ganar la guerra.
¿Cuál batalla perderé? Seguro que ya lo intuyes, la batalla perdida es hablarle a tu amiga para el papel. No encontramos alguien que se acerque más a él y con su actitud mostrada, la perfila a la perfección; ahora de que quiera hacerlo, ya no lo sé, incluso dudo que lo acepte, ¿quién recomienda a alguien más para su personaje? Alguien que está segura de quedarse con él y quiere verse magnánima o alguien que se siente superior y lo desdeña después de la entrevista.
Esta carta la comencé a escribir antes de hablar con ella. Lo que leerás ahora, en las siguientes líneas es, por decirlo de una forma más interesante, la segunda parte, plasmada negro sobre blanco, después de ir a su búsqueda.
Observé con determinación mi teléfono, hice una mueca, aspiré, solté el aire con fuerza, en la exhalación iba algo más que aire, iba nerviosismo. Su negativa sería un dolor de cabeza, significaría tener que buscar a alguien más contra reloj y que las manecillas suenen en mi cabeza, por algo que pude haber previsto, me causa frustración.
Aunque debo de confesarte que estoy acostumbrado a trabajar con presión, lo estoy por mi otra faceta, la del cine, de la cual hemos platicado poco. Querida escritora, te comento de manera rápida, que esa es caótica, todo urge y todo se tiene que resolver, no existe la posibilidad de que no sea así. Cuando escribo y luego produzco, es como sumergirte en un baño de dos tinas, una bajo cero y la otra templada. Mientras el escribir es ir a un encuentro con tu interior, uno donde creas tu propio mundo, lo detallas sin reloj de por medio, lo vives con calma, el otro, el del cine, es una carrera frenética, donde incluso se duerme alerta, se dormita en los trayectos, en los sueños se organiza el día.
Cuando empiezo producción, imagino que camino por la cuerda floja que pende en las alturas, cuando la comienzo a andar, se suelta el viento, luego te comienzan a lanzar con objetos para hacerte perder el equilibrio, te agachas, incluso en algunos momentos te cuelgas y te une a la línea de vida solamente un par de dedos. Te levantas contra todo pronóstico y recorres el camino hasta el final. Siempre acabamos haciéndolo, ¿cómo?, no lo sé, pero siempre acabas con vida del otro lado. Se aprende a trabajar con presión constante. ¿Es estresante?, sí lo es, pero incluso así disfruto trabajar en el cine. Amo hacerlo en los mundos opuestos, el del escribir con paz interna y el de producir con caos propio y ajeno.
Entonces has de comprender que no me asusta que Huracán Belluci me diga que no. Pero debo de ser honesto, no porque pueda resolver su ausencia, prefiero que sea así; cuando es hablar de producción apuesto mejor por el camino fácil; cosa muy distinta en la escritura, ahí se opta por los rebuscados, quizá porque es un mundo paralelo y casi siempre particular; en el real, soy como todos, escojo el más corto, no hay tiempo que perder.
- ¡Ya lo sabía! – dije apenas colgué el teléfono. Era mi tercera llamada en dos horas. Me desplomé en la silla – ¡era la ideal! – su desdén la acercaba más al personaje y eso hacía que me pudiera más no habérselo dado desde un principio.
Debo de aceptar que no fui del todo profesional, influyó la antipatía… mutua, seguramente ella había renunciado al papel antes de tenerlo por la misma razón, aunque también hay la posibilidad de que lo hubiera hecho por suponer que no se lo daría por la misma razón. Las siguientes horas ocupó mi cabeza la mala decisión tomada. Le pedí a Ernesto que propusiera a otras actrices.
Ya en la noche, a punto de irme, sonó el teléfono, ¡era tu amiga!
- Disculpa, estaba ocupada y apenas pude regresar la llamada… – ¡Se disculpó!, su actitud era diferente. Lo noté en su tono de voz.
- No te preocupes, ¿podrás venir mañana a una prueba?
- Claro, ¿a qué horas?
Yo seguí con la misma actitud, una de respeto, pero de distancia bien marcada. Al día siguiente estuvo en el estudio. Llegó como niña regañada, ¡imagínate! Así como lo lees, ¡el Huracán con actitud pacífica! Era de no creerse.
Hicimos algunas pruebas. Normalmente lo hago con el director de Casting, pero para con ella, llevé a más gente, no quería dar pie a ningún malentendido. Me sorprendió su interpretación, lo hizo bien a la primera y las recomendaciones que le hacía, las acataba sin cuestionar. Bastó una hora para confirmar mi corazonada. El papel había sido escrito para Mónica, sin saber que era para ella.
Jerome me comentó apenas se fue.
- Mi escritor- cineasta, escogió bien a la actriz. Tiene mi aprobación.
- Agradezco tu visto bueno mi querido Jerome – le respondí en claro sarcasmo.
- No hay nada que agradecer, uno tiene la obligación de opinar donde su palabra avale, respalde o soporte una buena decisión. Uno debe de estar incondicionalmente cuando le llaman… – ¡¿llaman?! Nunca le llamé y nunca le pedí opinión. Su rostro alzado, viendo al infinito, le daba un toque de superioridad. ¡Escritora, de que los hay los hay!
Enterré mi cabeza en la carta que te escribía, para ver si nuestro Jerome tomaba destino propio, pero nada, se paró y se sirvió coca cola en una copa, con un par de hielos, se sentó en el sillón que está frente a mi escritorio, movió su bebida, como si fuera tinto, la observó contra luz, sonrió aprobando el color, no te rías, no es invento, así lo hizo, luego aspiró con fuerza para contener el aroma, bebió, no tragó el líquido, lo contuvo para que explotara el sabor, asintió por vigésima vez, solo después de hacerlo lo tragó para entonces aclarar, con un estruendoso carraspeo su garganta.
- Maestro, la chica es bella, ¿no lo cree? – yo con la cabeza aún enterrada, hice como si no lo escuchara, pero tú lo conoces mejor que nadie, es perseverante como el que más – creo que Mónica es belleza única.
- ¿Sí? – seguí escribiendo, no por descortés sino para que se diera cuenta que necesitaba mi tiempo y mi espacio.
- Empecemos por partes – levantó su dedo índice, se irguió, colocó la copa en la mesita del lado, desarrugó su uniforme kaki – no es bella, es hermosa. Sus ojos son perfección pura, es imposible dejar de verlos; su silueta, sin ser exageradamente pronunciada, describe una ruta con marcadas y finas curvas, dibujan una ese de seducción, de sensualidad, su piel es lienzo perfecto para explorarlo con sus labios… – quise hablar, pero alzó la mano y me calló – imagínese escritor, todo lo que podría escribir sobre ese lienzo, en fin. Cada parte de ella es por sí sola perfecta, pero hay algo que va más allá, que es una perfección elevada a la décima potencia… su forma de ser. Es segura, determinante, enfocada, es dura, tiene una coraza infranqueable, pero a la vez, tiene un corazón enorme, es dura, pero es cariñosa, es distante, pero sabe más que bien de arropar con sus palabras, con sus caricias, es la más bella contradicción.
Las palabras del cartero me dejaron dubitativo, si Mónica fuera tan solo una parte de la descripción hecha por Jerome valdría la pena dejar tu reino por ella.
Aquí abriré mi corazón para confesarte que, al escucharlo, comencé a sentir una extraña familiaridad, te podría decir que firmaría ante notario público lo dicho, ¿por qué?, no lo sé. No la conozco, no tengo forma de avalar la hermosa descripción de mi amigo, pero en mi corazón hay una certeza de que así es. Fue como descubrir la descripción que hubiera hecho yo, pero en labios de otra persona.
No pienses que estoy enamorado de ella, ¡para nada! Solo te comparto esa sensación que experimenté. Además, el trabajar con ella fue muy agradable, nos hizo reír. Su sonrisa, también hermosa, era… era como administrada; su seguridad la dejó en la silla y era una mujer intentando hacer su trabajo lo mejor posible, era una persona dejándose ayudar, se bajó de su pedestal, eso ayudó a que todo fluyera.
En la industria cinematográfica se dice que el director y el espectador son cómplices, el primero genera dos escenas, una que coloca en la sien izquierda y la otra en la derecha, el espectador, toma esos extremos y crea, en su imaginación para luego conectar a sus sentidos, la parte central, la más importante. Dicho de otra manera, el director solo crea la base y la tapa, el contenido lo hace el espectador, claro está, con el camino mostrado por el cineasta. A medida que se comprenda y se trabaja con base a este concepto, se puede aspirar a ser un mejor cineasta.
Jerome lo podría ser, creó en mi mente, con su descripción, un inicio y un final hermoso para la versión de Mónica que desconocía; me alentó a hacer la parte central en mi cabeza, igual de perfecta que la hecha por él. Fue tanto así que, al terminar esta carta, tengo ganas de ella.
Eduardo.