El amor es como una cuenta bancaria, en ella el enamoramiento hace un depósito inicial enorme, cuantioso; uno que a primera vista pareciera inagotable.
Los primeros días, semanas e incluso meses, solamente recibe ingresos, ¿cómo se logra? con pequeños detalles, caricias tiernas, noches de pasión, miradas sinceras, incluso con palabras que acarician y tibian el alma.
Los retiros empiezan con las diferencias, con las peleas, pero también con las indiferencias; el orgullo es uno de los sentimientos más caros, cada decisión tomada, apegada a él, disminuye de manera significativa nuestra cuenta.
En el corazón se siente un pequeño golpe, una ausencia inexplicable, es la sensación que causa un retiro. Es incomodidad, dolor, ansiedad, desesperación, es una mezcla de muchos sentimientos negativos. Si tan solo alguien nos hubiera explicado del manejo de esta cuenta, todo sería más fácil, pero no, es algo que se aprende por sí solo en la vida. Como todo aquello que no entendemos, se reacciona a la defensiva y entonces minimizamos e ignoramos las ofensas que hemos proferido.
Desgraciadamente no sabemos de hacer balances, no sabemos ni tenemos interés en ver nuestro saldo. Seguimos retirando sin parar. Descuidamos a la persona amada, dejamos de alimentar la relación, incluso, pasamos a hacer de la discusión la única forma de relacionarnos; hay parejas que olvidan el amor y es entonces que el conflicto es lo único que los une. Hemos ya agotado nuestro saldo, esa cuenta de montos elevados y en apariencia inagotable, la hemos dejado en ceros. El amor se ha ido.
En una ocasión escuché a una persona decir que la mejor forma de hacer que el amor prevalezca es prometiéndose entre los amantes, de no irse a dormir sin antes haber arreglado las diferencias del día. Creo que esa reflexión es sumamente valiosa; actuando en ese sentido no se retira más de lo necesario e incluso hay la posibilidad de recuperar el monto al día siguiente.