¿CONECTADO O DESCONECTADO?
Extracto: Cartas desde Agua Viva.
Autor: Iván Eduardo Lópezcampos.
Isaac Asimov lo dijo a principios de la segunda mitad del siglo pasado, siendo en esos momentos una osada aseveración: existirán los ordenadores personales, los habrá en cada casa, la información estará al alcance de todos, la educación podrá ser a la carta, tú decidirás que estudiar, sin importar en qué lugar del mundo te encuentres. La visión del icónico escritor ruso, de ciencia ficción, le permitió visualizar escenarios ocultos para el resto de los mortales; veía con claridad el futuro con todo y sus costos, no solo los económicos, sino los más importantes, los de oportunidad.
Los avances fueron tal y como los predijo Asimov, los ordenadores se masificaron hasta contenerse en carcasas del tamaño de una mano. Hoy los móviles son pequeñas computadoras con funciones inimaginables. Todos estamos atentos a sus progresos. Sin apenas darnos cuenta pasaron bajo nuestros ojos de equipos básicos a inteligentes. Aún no dominamos un modelo cuando sale el siguiente a la venta e inmediatamente desechamos aquel que nos había emocionado por unos meses, para adquirir la novedad, sin importar lo alto que sea su costo.
Para muestra de ello basta citar el precio que alcanzó la más reciente propuesta de Apple, un tanto por su prestigio, pero sobre todo por la percepción de valor que ha logrado con los consumidores. El IPhone 11 Pro-Max sale a la venta con un precio cercano a los $30,000.00
¿Los vale? En una economía basada en la oferta y la demanda claro que los vale. Ese valor reside en la cabeza del consumidor y ellos son los que asignan el precio. Los teléfonos han dejado de ser ya herramientas de comunicación para convertirse en símbolo de estatus. La cúspide, por ahora, es para quien pueda hacerse de un modelo de gama alta, poseerlo significa anunciar a los cuatro vientos que se pertenece a una pequeña élite, poco importa lo que se recibe por el alto cargo a tu tarjeta, al final de cuentas siempre terminamos utilizando las mismas funciones.
El término equipos inteligentes se creó como argumento de venta de un plan maestro de mercadotecnia. Los creadores de este concepto no tenían ni idea que el nombre acuñado calzaría con el tiempo justo al producto y, no sería más en un sentido figurado. La prueba de esto es como se han apoderado de los usuarios, llegándose a convertir para estos en muchos casos, más importantes que las mismas personas. Nos hicieron dependientes de ellos, lo lograron al controlar de manera silenciosa millones de vidas.
El argumento central de la obra maestra, 2001 Odisea del Espacio, el ordenador Hal 9000 tomando el control sobre la vida de los tripulantes de la nave, nos alcanzó en la vida real. Quizá sin la parafernalia del séptimo arte, pero los pequeños ordenadores ya rigen los destinos de muchas personas.
En origen el teléfono fue inventado por Antonio Meucci (adjudicado injustamente a Bell) con un fin, conectar a las personas separadas por la distancia. Más de ciento cincuenta años después es oportuno cuestionarse: ¿Un teléfono conecta o desconecta a las personas? ¿Sigue cumpliendo la finalidad para la cual fue pensado?
El vertiginoso avance de la tecnología, el crecimiento de forma asombrosa en la red de cobertura, así como la disminución de los costos, ha hecho posible la masificación de los celulares. Entregando conectividad inmediata, sin importar la hora o el lugar donde se encuentre el interlocutor. ¿Qué ha traído esto a nuestras vidas? Seguridad, respuesta inmediata en emergencias, control sobre los hijos, toma de decisiones rápidas. Creo serían innumerable los beneficios, pero… ¿qué se ha llevado?
Estamos en un lugar y añoramos otro, compartimos la mesa de un restaurante con un amigo y no interactuamos con él por “estar” con alguien más a la distancia. La ironía es que cuando estamos con éste físicamente, nos “conectamos” con el que habíamos ido a cenar y habíamos ignorado.
Hemos cambiado las prioridades y hoy tiene mayor importancia un mensaje o una llamada, que la persona que fue hasta nuestra oficina a tratar un negocio o dejarnos un saludo. Las sonrisas se obtienen con mayor facilidad a través de un mensaje que con la presencia, las reglas de urbanidad se transformaron, ya no aplica el despedirse, si estás con texto, es casi incorrecto hacerlo. El dejar de escribir es suficiente para saber que la conversación ha concluido.
El mundo corre, no hay tiempo que perder. Nos espera otra conversación. Las personas tenemos fecha de caducidad, dejamos de ser interesantes para los demás en cuestión de semanas y es que hay que conocer más personas, ser populares en las redes sociales o por lo menos parecerlo. Lo que menos importa a nuestros seguidores es cómo nos sentimos o quienes somos, que aparentamos ser es el nuevo valor.
Se ha desarrollado en esta generación una necesidad imperiosa por estar con más gente a la vez, a ello ha contribuido en gran parte la adicción al celular, tanto así que lo primero que hacemos es negarlo (uno de los primeros síntomas de adicción). Una herramienta que en esencia era para conectar a las personas se ha convertido en un “desconector”, uno capaz de crear grandes abismos en espacios cortos.
Iván Eduardo Lópezcampos.
