Carta 112 Mónica
No sabes cuánto me río de la forma en la que describes a nuestro amigo el pintor, nada que ver con el que yo conozco. Jamás ha expresado ni el más mínimo interés por mí y escucha solo música clásica, ¿cómo voy a creer que le gustan Yuri o Amanda Miguel? Pobre Abel, le zumban los oídos cada vez que hablas así de él; sin embargo, debo decirte que él también te describe a ti de una manera que tampoco doy crédito, así que cuando hablo con ustedes, no sé si son su holograma o su original. Te ridiculiza, tal como tú lo haces con él, pero no te contaré sus historias descabelladas porque temo que habrá un nuevo pleito entre ustedes.
Si hubieras visto cómo hablaba de Alejandra no te cabría duda de que su corazón le pertenece a ella y luego está la foto que me mostró, una mujer serena, muy bonita y de enormes ojos verdes. Mira mi foto con él y con Jerome y sabrás que estoy muy por debajo de sus estándares, pero no es solo eso, es que, como te dije, yo no estoy por la labor.
Se nota en tu narrativa que eres novelista, vas sobrado, en cambio yo, como que me “ñoñomermeladizo” en mis relatos. Bien dice mi hija que mi prosa no es buena y en ese sentido, este ejercicio es excelente para mí. Y así las cosas, deberías tú escribir esta carta 112 porque nos dejaste sin saber la conclusión de la anterior. Estoy segura de que la gente que lee tu blog estará de acuerdo.
Llegado el momento, ellos podrán, cuando sepan más de la vida de los dos en Agua Viva, tomar partido entre ustedes dos: quién dice la verdad o quién miente. Yo voto porque Abel y tú continúan con sus bromas pesadas, pero así es su amistad y ni hablar.
Ahora mismo él orbita en una dimensión y tú en otra. Tú estás locamente enamorado, él, en cambio, se ve realmente decepcionado de la vida; tú vuelas y el anda, lo que se dice “arrastrando la cobija”, así que no hay un punto medio entre los dos. Con tu regreso al pueblo, tal vez se produzca ese punto y consigan rescatar una vez más su relación. Valdría la pena que lo intentaran.
Por aquí, las nubes siguen abultándose como ubres oscuras, pero a nosotros nos encanta la lluvia. Las plantas parecen celebrarla también, se me figura que hasta bailan al recibirla. Mucho te he descrito los paisajes de Agua Viva, de modo que solo agregaré en esta parte que hoy parecen más hermosos bajo las nubes.
Corre una brisa húmeda y fresca, Isabel (que está embarazada, como sabes), Velya y yo nos hemos ido a caminar al lago. El médico le recomendó a Isabel que hiciera un poco de ejercicio y que no trabajara demasiado en la cocina. Como ya estarás enterado, ella y Jerome abrieron una pequeña fonda de comida aguavivense muy cerca del parque, que está teniendo mucho éxito. Jerome reparte los pedidos a domicilio, pero se da tiempo para la correspondencia; ahora, que hemos vuelto a cartearnos, está feliz: somos su pasatiempo favorito. El otro día me dijo Jerome:
La verdad, extrañaba mucho al escritor, todo este año como que lo sentí vacío, aparte de la cuarentena, claro-
Y es cierto, parecía que el cartero anduviera un poco perdido. Si bien, estaba feliz con la noticia del bebé, de pronto podía vérsele en la banqueta de tu casa con algún amigo suyo. Ahí conversaban hasta la noche, luego él se iba, cabizbajo.
Velya nos cuenta, durante la caminata, de los progresos de su fundación. Está muy agradecida con Celestina y con Ofelia por la ayuda recibida y ya planean un concierto con tu amigo José Luis para seguir recabando fondos. Tu amigo se ha portado muy bien mientras te espera; enseguida dijo estar dispuesto y las chicas de inmediato le tomaron la palabra. Será en el parque, enfrente de mi casa y cantará, según nos informó Velya, canciones de autores mexicanos. Nunca habíamos tenido a un cantante aquí, será un acontecimiento. Puede que esté listo para cuando regreses, ¿te imaginas que te recibieran así? Mónica también estará ya en Agua Viva, ya tiene reservada una habitación en el “Paloma querida”, con la ayuda de Abel. Vas a estar muy celebrado, verás. En el parque estarán también las obras de Abel para ser subastadas en beneficio de la fundación: estos eventos, claro, vienen también acompañados, como está mandado, de pequeñas fondas alrededor, donde uno puede comer y brindar y ésta es una de las cosas que más nos gustan aquí.
Con tanto tiempo de no contarte nada del pueblo, se me figura que has olvidado algunas cosas como ésta.
En nuestra caminata hemos divisado a lo lejos una barquita un tanto sospechosa. Viene acercándose lentamente y podemos distinguir a dos personas en ella. Velya dice que una es seguramente Abel, pero es difícil saber quien es la otra persona.
Tal vez el pintor fue a la estación a recoger a alguien -dijo Isabel, sentándose en una banca puesta allí para contemplar el paisaje. Todas nos sentamos.
No sé, puede que sea uno de los amigos del escritor, que vienen a darle la bienvenida -conjeturó Velya.
No creo, el escritor ya nos lo hubiera contado -dije, intentando aclarar la vista.
O puede ser la exnovia del pintor, que regresó con él -se aventuró a dilucidar Isabel.
Es una mujer, así es, pero no puedo verle bien la cara, están muy lejos todavía -dijo Velya.
Estuvimos ahí por unos 15 minutos a la espera de poder distinguirlos mejor. La mujer estaba sentada de espaldas al pintor mientras que éste remaba, así que, aunque habían avanzado, no podíamos saber de quién se trataba. Al vernos en la orilla del lago, Abel nos saludó de lejos, alzando una mano y entonces, la mujer se giró para vernos.
Era Mónica.
Renée