APRENDIENDO LECCIONES
Extracto: Cuentos para no contar – De amor y de letras –
Autor: Iván Eduardo Lópezcampos
Valentina Rossi
Tierra del Fuego – Argentina.
«La belleza es relativa, reside en los ojos de quien la admira«. Esa frase me era sentencia absoluta, verdad inamovible. Me acompañó toda mi vida hasta que unos meses atrás, crucé con el destino. Lo hice para recibir de éste, una lección certera que echaría por tierra el pensamiento.
En una tarde de verano el destino se presentó frente a mí, iba disfrazado de altivez; era distante y arrogante. Marcó una línea gruesa y profunda, marcó un abismo. Yo, orgulloso, eché mis pasos atrás, ignorante de su fuerza, como si de este se pudiera escapar por decisión propia. Caminé en el otro sentido, lo hice hasta que él lo quiso. El destino cruel y despiadado, como suele ser, me dejó alejarme hasta colindar con el olvido, ahí se ensañó y jaló la cuerda con todas sus fuerzas. La atracción fue violenta. Sin darme cuenta, estaba ya instalado del otro lado de la línea.
Me paré tambaleando, lo hice sin comprender a bien como había llegado hasta ahí, pero el destino apenas empezaba a jugar. Un huracán me abrazó, me llevó hacia ella y aunque éramos opuestos, embonamos, encajamos a la perfección. Fue ahí que aprendí nuevas formas de hacer el amor, aprendí que en un beso se puede ir la vida y que en el mismo regresa con más fuerza. Te descubrí y con ello descubrí que era una adicción. Es cuando el deseo, la necesidad y la urgencia coinciden. A partir de ese momento, deseo, necesidad y urgencia por ti, se hicieron constantes en mí. Ya era adicto a ti.
Cuando te acercas, mi corazón se acelera, mi cuerpo vibra, transpira deseo, mis sentidos se alertan, mi respiración pierde ritmo. Cuando te acercas una ola de vida me inyectas. Cuando te alejas, comienzo a temblar, mi mente a inquietarse, mi corazón a desbocarse. No hay duda, entonces, de que eres ya, mi adicción perfecta.
Así fue como el destino me enseñó que hay bellezas, las menos, que obligan. Ellas no residen en los ojos de los demás. Son perfectas en términos absolutos. Fue necesario conocerte para así comprenderlo. Y es que tu belleza, es de esas que alimentan el alma, invitan a la inspiración, eres musa que dicta versos de amor, que dicta canciones de amor, que obliga a escribir historias de amor.
Tu camaleónica belleza se transforma y se viste según la ocasión, puede ser altiva o serena; complaciente y en ocasiones, hasta ardiente, de esas que queman todo lo que tocan, que incendian el deseo, que arden la pasión. Así puedes ser tú, según te lo propongas.
La vida me ha dictado lección y con ello he aprendido que la belleza, no reside en los ojos, la ordinaria quizá sí, pero la sublime, la perfecta, es absoluta y esa, esa solamente reside en ti.
Bruno Descartes
París, Francia.