MI PRIMERA HISTORIA.
Extracto: Pensamientos al aire.
Autor: Iván Eduardo Lópezcampos
Hoy hace 22 años escribí mi primera historia, lo recuerdo como si fuera ayer. Estaba en el café de un viejo hotel enclavado en el centro de la Laguna, era domingo y el sol se despedía. Tenía la nostalgia intrínseca del último día de la semana. Me acompañaba un labrador que permaneció sentado en la entrada desde que llegué, un grupo de viejos que movían las fichas de dominó con la habilidad que regalan los años, más allá una pareja de enamorados y un mimo en espera de público que nunca llegó.
Ordené un café y me dispuse a iniciar la aventura. Pasaron unos minutos y nada fluía en mi cabeza, no sabía qué hacer y menos cómo hacerlo, estuve largo tiempo observando lo que en ese momento me parecía una imponente hoja. A mi lado estaban sentados ya los temores y los miedos que acompañan a quien escribe. Esa tarde-noche solo tenía clara una cosa: iba a escribir.
Víctor Hugo decía que el escribir es un poco de talento y un mucho de voluntad. Ese día la mezcla fue 1% de lo primero y 99% de lo segundo.
La historia acabó siendo la de un mimo parisino, tardé largas semanas en concluirla y pocos días en olvidarla. Pasó como casi siempre sucede con lo primero que haces, no te gusta y terminas extraviándola. Y quizás se extravía no por descuido sino por obligación o por hacerle caso a Cortázar quien recomendaba no hacer público lo escrito hasta después de alcanzar cierto estilo, un mínimo de calidad. Para evitar eso de andar dando lástimas.
Esos días tomé una lección que fui afianzando con el paso de los años, las mejores historias son las de la gente ordinaria, los personajes no son de otros planetas, no debes de esforzarte por hacerlos parecer como tales, son ordinarios con vidas extraordinarias, son las personas con las que cruzas a diario. Cuando lo asimilé me dedique a observar, lo hago en todos lados y a cada momento, cualquier día puede ser el ideal para encontrar un tesoro.
Lo hice en Guatemala con Don Rigoberto, en Costa Rica con Juan Carlos, en París con Jan, Encarnación y su apasionante vida en Barcelona, pero también con Chalú en Camargo y con amigos de siempre como Jorge y Luis. Papá y mamá que son recurrentes en mis historias, en unas con nombre y en otras con alma.
Escribir es un trayecto lleno de emociones, un ejercicio de disciplina, puerta al mundo de la imaginación, es el lugar donde lloras, donde ríes, eres quien siempre has deseado ser o experimentas lo que nunca has querido ser. Escribir es un ejercicio para el alma, te tonifica el corazón, lo hace menos aprensivo, pero más profundo y extenso. Escribir es el mejor oficio que pude escoger. Lo es, porque a través de él puedo vivir mil vidas en una.
Hoy, 25 de julio de 2017, a 22 años de esa tarde de café y letras, estoy seguro de que no tomé una decisión equivocada, vivo un sueño.
Iván Eduardo Lópezcampos
Monterrey, N.L.