Carta 126 Ayuda.
He escuchado en el pueblo un revuelo inusual, es un ir y venir, un traer y llevar, pero nunca me imaginé que la razón de todo este movimiento fuera un concierto, menos aún que estuvo aquí José Luis, vino a saludarme, bebimos vino y filosofamos de la vida, pero el muy granuja me mintió, según él estaba en Agua Viva de vacaciones. Ahora comprendo por qué me cambiaba el tema cuando le proponía que hiciéramos un recital. De la serenata que me platicas en tu carta, tampoco me dijo nada. Y es que últimamente todos me ocultan todo y cuando los veo, insisten en hablarme de Mónica, lo hacen como si nos conociéramos, ya me tienen loco.
Te agradezco que me hayas comentado del concierto, si no lo haces, no hubiera estado ese día. Tenía un viaje programado, uno de retiro para poner en orden mi cabeza, pero ya con lo que me dices lo cancelaré para estar presente, presente y sorprendido. Prometo ensayar todos estos días mis mejores caras de sorpresa, para esa noche tener mi mejor representación.
He tenido unos dolores de cabeza tan fuertes que me invitan amablemente a quedarme en casa. La luz del sol los amplifica. El otro día se me ocurrió ir al mercado, lo hice con unos lentes negros, tan negros que azuleaban, eran de esos que se usaban en los setenta. La gente se me quedaba viendo, comprendí la razón al cruzar con mi imagen en un aparador, vi una mezcla de Cantinflas y Mauricio Garcés. Inmediatamente eché la vista abajo y regresé rapidito a casa. Me veía fatal, parecía mosca.
Antes de avanzar quisiera hablar contigo. Soy un convencido de que la amistad es una que debe de tener como moneda de cambio la sinceridad, por ello me atrevo a comentarte sin rodeo alguno, que no he sentido apoyo de tu parte para desactivar la broma que me ha preparado el pueblo de Agua Viva, bueno, que nos han preparado a Huracán y a mí. Únicamente Jerome ha estado de mi lado, se lo agradezco aun con sus invenciones, como cuando se cayó Mónica y se hizo pasar por el héroe. Te lo diré de manera directa, me gustaría que me respaldaras, que me ayudaras a descubrir a Abel, que no lo apoyaras, estoy seguro de que es él quien está organizando todo esto.
Escritora, te lo diré con todas las letras, te quiero, eres mi mejor amiga, me siento seguro contigo, pero ahora, en esto, no me siento así y te necesito de manera desesperada. Quiero que estés a mi lado para cancelar este juego que ya me está empezando a preocupar, no me deja dormir, me siento fatigado y con poco ánimo.
El plan lo han ejecutado a la perfección. Estoy seguro de que eso es mérito del pintorcillo. A veces me convencen y creo que es verdad, cuando no es así, me gustaría que si lo fuera. Suena contradictorio y lo es. Estoy confundido, Mónica es la responsable. Hemos estado en contacto por los ensayos, han sido frecuentes y me he ido acostumbrando a su presencia. Pensé que era por su profesionalismo, pero a ti no te puedo engañar, ya tenemos dos semanas viéndonos a diario y ayer, sin motivo alguno le mandé un mensaje.
- Hola, solo pasaba a desearte una feliz tarde. ¡Disfrútala!
No sé porque lo hice, pero lo que sí sé es que no lo vuelvo a hacer. Es agradable, de verdad que lo es, su carácter ha cambiado, pero no tiene caso invertir tiempo en algo que no prosperará. Conversamos por un rato, ya sin tener de por medio la producción, ni ella ni yo usamos ese pretexto. Al final le invité un café, me dijo que sí. Vino hoy a ensayar y se me pasó ofrecérselo. Estaba muy apurado. Cuando me percaté de ello le marqué.
- ¡Disculpa!, estoy en deuda contigo. No tomamos el café que te había invitado. Pero no olvido mis compromisos así que lo saldaré en la primera oportunidad – dije en un tono gracioso.
- Entonces esperaré la cita – al escuchar esta última palabra mi corazón se aceleró.
Tiene unos ojos hermosos que le van de maravilla con su sonrisa. Su irreverencia me agrada. No vayas a creer que es grosera, ya no lo es, pero le gusta jugar conmigo. Disfruta de hacerlo, me habla como si fuera una persona con mucho conocimiento.
- Eduardo, usted que es un hombre sabio, me podría iluminar con…
Sus formas me hacen gracia. Me gusta ver sus ojos cuando bromea, al terminar de hacerlo se me queda viendo, lo hace con una sonrisa de por medio. Luego habla en serio. Es una mujer culta, me gustan sus conversaciones, le gusta aprender, descubrir. Terminamos los ensayos y se queda un poco más, hablamos de temas diversos, me gusta como los aborda. Creo que he repetido muchas veces el me gusta, me regresé para suprimir algunos, pero no lo hice, no lo hice porque en realidad en cada una de las ocasiones que lo escribo está justificado.
En una ocasión llegó y me preguntó:
- Oye, ¿te hablo de usted o de tú?
- Pues… creo que ya me hablas de tú, pero eso te lo dejo a tu elección – ambos sonreímos, acabábamos de dar un paso hacia la cercanía.
Cada palabra, cada acción, nos ha estado acercando, bueno, no puedo hablar por ella, pero sí por mí, ¿te ha pasado conocer a alguien que todo te gusta de esa persona?
Quiero prevenirte que me llegó una carta de Clarice, la escritora brasileña, Clarice Lispector. Me hace un reclamo por Agua Viva, dice que ese nombre es de su propiedad y que el hilo conductor de su obra es… ¡una carta! Estamos metidos en menudo problema, escritora. La ucraniana – brasileña está casada con un diplomático del país sudamericano, a ver como nos va. Traté de llamarle, pero no respondió, mandé correo y no respondió, por fin pude comunicarme con su abogado y me dijo:
- Don Eduardo, mi representada viaja hasta Agua Viva, cualquier duda podrá resolverla cara a cara.
Nunca pensé en conocerla y menos en esta circunstancia. Por su forma de escribir me la imagino, reflexiva, calculadora, aunque altamente sensible, debemos de armar una buena defensa, por lo pronto me metí a Google y busqué todos los pueblos con el mismo nombre, se me ocurrió argumentar que ella es quien está usando un nombre de una ciudad, de un pueblo como invención y eso, eso sí que es grave. Si mal no recuerdo ella publicó Agua Viva en 1973, sabes cuándo se fundó nuestra Agua Viva, ¡espero que sea antes!
Saludos
Eduardo.