Carta 122 café en mano
Leo tu carta una y otra vez, solamente lo hago para hacerme daño. Me retumba la cabeza al hacerlo. Mueves las ideas con tus palabras, viajan con el mismo orden que lo hacen las bolitas que viven en el interior de una sonaja. Por favor, no trates de hacerme caer en el juego del pintor, no lo intentes porque hacerlo me provoca dolores de cabeza y del corazón.
Hay una reverberación en mi alma, cada vez que insistes o lo hace alguien más, me incomoda el alma, se extravía y acaba por andar sin rumbo. Te confesaré que debe de ser porque hay una sombra en mi memoria de ella, me parece tan conocida que a la vez me resulta tan extraña, es una combinación de frío y calor. De extremos. Pero solo es en ese momento, después tengo la certeza de que es una desconocida.
Siempre es bueno tener la historia completa antes de emitir un juicio, pero antes de comenzar a decirte la madre de todas las verdades, te pido que reproduzcas Luna de Zoe. Esa canción es un poema. La mezcla de la letra, con la música, así como la voz de Denise, dan calor a mi gélido corazón, tibian mi alma.
Bueno, musicalizado el momento, te digo que no creas todo lo que escuchas, es importante tener versiones completas, escuchar a las partes o ser testigo de tiempo completo para luego emitir juicio.
Antes del espectáculo de “Miss Piernas”, en el que fue rescatada por el heroico “Super Jerome”, hubo un evento que dejaron de contarte. Por la mañana caminaba en el centro de Agua Viva, ahí crucé con la diosa italiana, me acerqué a saludarla, me respondió con frialdad, nada nuevo en ella. Me estiró su brazo, cuan largo es, para establecer barrera. Traía tacones que la hacían ver mas alta de lo que es, su micro minifalda no dejaba nada a la imaginación. Yo estaba preocupado por que le fuera a dar una piernoumonía, hacía algo de fresco y ella con esa diminuta vestimenta.
Bueno, el tema no es su forma de vestir, sino que no pude sacarle conversación. Lo intentaba hacer únicamente por no quedar como enemigos, bien sabes que no me gusta tener problemas con nadie. Esa fue mi única motivación para hablarle, pero me resultó imposible, sus respuestas eran únicamente monosílabos.
- ¡Qué estoy haciendo aquí!, ¿humillándome? – me cuestioné sin palabras, a ella no le importó mi largo silencio, ni este ni mi presencia, eso era más que claro. Había que salir de ahí lo antes posible y así rescatar mi dignidad – me da gusto en saludarle…
Súbitamente cambió su rostro de pocos amigos a uno de ninguno. Su belleza seguía estando ahí, pero endurecida, sus hermosos ojos echaban chispas. Me regaló una mirada matadora para luego retirarse sin decir adiós.
Fui testigo del cómo partía plaza, lo hacía robando miradas y suspiros de todos y cada uno de los aguavivences con quien cruzara. La veían y quedaban suspendidos unos centímetros en el aire. ¡No es exageración! Flotaban al ver sus piernas. Yo solamente sonreía por el efecto que tenía en mis coterráneos. La seguridad de la actriz era más que sobrada, mira que caminar en medio de un pueblo como este y atraer las miradas con toda la intención, ¡eso si que es tener seguridad! Caminaba con el mentón alzado y con ese clásico andar de las mises que cruzan las piernas a cada paso para así ser aún más atractivas ante los ojos de los demás. Don Porfirio y Juanito el mecánico, fueron sus primeras víctimas. Embelesados quedaron al descubrirla, ambos prefirieron colocar sus ojos en ella y no en la calle, así que … ¡chocaron! Un estridente golpe y un capó mirando al cielo se convirtieron en daños colaterales de la belleza.
El siguiente damnificado fue el panadero, quien como todos los días iba con su canasto en la cabeza y muy de brazos cruzados desafiando la gravedad, pero la gravedad del problema en que se metería con Casimiro en caso de caerse. Pedaleaba mientras tarareaba la canción de Soy lo prohibido, la versión de Natalia Lafourcade. La reproducía a todo volumen a través de una bocinita que llevaba, esa sí, amarrada a la unión de los manubrios.
Su concentración la extravió al aparecer en su horizonte Monumento. En defensa del panadero te diré que se veía espectacular. Y es que el hecho de que me caiga mal no quiere decir que no pueda reconocer que es espectacularmente hermosa, es bella; solamente sus formas de ser no lo son, de esas ya hemos hablado. Pues pasó lo que te imaginas, ¡cayó! Se impactó contra la banqueta por irla viendo, la canasta del pan salió volando y se estrelló contra el cristal de la zapatería. Tremendo festín se dieron los perros de Juana Mancha. Iba pasando en ese momento, sus adorados caninos al ver el banquete que se había dispuesto en la calle, no la pensaron dos veces y jalaron las correas al unísono, Juana voló por la fuerza con que lo hicieron, cayó de nalgas. Desde el suelo veía como corrían tras su objetivo.
Todo era caos, los autos echando humo, los conductores discutiendo, el panadero adolorido tirado en la calle; 325 piezas, aun calientitas, esparcidas por todos lados; veinticinco perros dando cuenta del pan de dulce, los de blanco los desairaron y Mónica… Mónica seguía caminando como si nada hubiera pasado. Yo corro a ayudar al muchacho que aun tirado no dejaba de verla, cruzo la calle sin fijarme y en eso, aparece Jerome y grita idiotizado:
- ¡¡¡Mónica!!! – su vista estaba en las piernas de ella, no al frente. No me vio y ¡zas!
Me atropella, salgo volando, caigo sin meter las manos, quedo debajo de ella. Me ve con desprecio y sin la menor preocupación. Estoy a unos milímetros de sus largas piernas, las causantes de todo ese desastre. Parecía que yo también las estaba admirando, pero créeme que en ese momento era en lo que menos pensaba. Me regaló una mirada de desprecio, me esquivaba, ¡pasó al lado mío sin ayudarme!
Esa es la película completa. Creo que ahora podrás comprender el porqué de mi actuar. No es falta de educación es exceso de molestia. Jerome también fue víctima, pero él por ir viendo y no como yo, que lo fui por tratar de ayudar. Te está mintiendo y tú le crees con una facilidad asombrosa. Pregúntale quien recogió el reguero que hizo de cartas por culpa de Monumento, ahí te darás cuenta de que es un mentiroso.
A nuestro cartero le gusta hacerse el héroe, lo hace ante la más mínima posibilidad y esta no la dejó pasar, lo cual no me molesta, pero sí que lo haga haciéndome quedar mal. Tú bien sabes que podré tener mil defectos, pero educado sí que lo soy.
Me pides que haga un esfuerzo por llevar la fiesta en paz con la sobrada actriz, ¿tú crees que después de todo esto quiero hacerlo? Me desprecia con su frialdad, provoca una serie de accidentes en el pueblo, unos en los que me veo inmerso por intentar ayudar y por si fuera poco se regocija al verme tirado, es que eso no te dije, cuando ya me había dejado atrás, ¡escuché su risa burlona!
Aprecio la ayuda que le dan tus amigas y la que tú misma le ofreces, pero hay personas que se sienten autosuficientes, la actriz es una de ellas. Piensa que no necesita de nada ni de nadie, pero que todos necesitamos de ella. Le gusta… gustar. No importa que haga un caos en la ciudad, no importa que el panadero haya perdido su día, que Jerome me haya atropellado, solo le importa gustar. Si hubieras visto todo lo que vi, estoy seguro de que tu actitud hubiera sido similar a la mía.
Cierro esta carta con una reflexión, ya repetida, pero la molestia me hace ponerla de nuevo. Al juzgar hay que conocer la versión de todas las partes, una fotografía solo revela un instante y los instantes no dicen todo. Juzgar basado en ella, sí que es peligroso.
Eduardo.